Se dice en las tertulias acosadas pero vivas de la oposición pacífica que a algunos políticos europeos que visitan La Habana el Gobierno les pone, con los mojitos y las guarachas de bienvenida, unas orejeras para que no puedan desviar su mirada hacia ningún punto inconveniente. Otros, traen unas más sofisticadas de sus países de origen y se las ajustan durante el largo viaje en el avión. El sueco Chistian Leffler usó esta semana en Cuba las que llevó del viejo continente y las que le dieron los comunistas en el aeropuerto.
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