El error de la vida privada,
sus arboledas enmarcadas, 835
los búcaros elementales,
la tele, el triturador de basura,
vinieron a mi encuentro
en el olor de champú crema
que ella despedía de sus venas 840
al despertar en bata de casa
barriendo los crespos cortados
a la joven mañana, batiendo
las ciruelas profundas de la
impudencia debajo de la impresa 845
alfombra comprada a destajo
en una agencia. Sus brazos despejados,
el delineador que esgrime
entre sus dedos dorados, la voz
del ventilador en el techo, como 850
un dios penitente que explorara
el idioma de lo concreto
sin que mediara un secreto
en la tenacidad de su embeleso,
el cuello tirado sobre el diálogo, 855
todo lo inmenso del momento
en que entré a su desnudo
desorden y arreglé sus huesos
entre mis brazos. Sus besos, que
confirmaron mis desgracias. 860
Suponer a la mujer en las regiones secas,
tratarla en vano, como rayar un coco,
su esqueleto completo rueda sobre la mesa,
me sorprende limpiando los vasos de la cena.
Hay en su podredumbre una vaga melena, 865
recortada en escorzo desde un ángulo frío.
Con sus ojos haré castañuelas eternas.
Resolver en zapatos la costumbre cambiante,
volvernos —ella y yo— vasos comunicantes.
Le soplé en las orejas, le cambié zapatillas, 870
la goteadura cámbrica de un grifo abandonado.
Y la puerta, ¡la puerta cerrada como un santo!
Las cuclillas que agarran todo por lo sano.
Encontré un mundo en ciernes en la puerta de al lado,
su designio es la muerte, si se encuentra botado. 875
Me dio sales de baño y su amor desgraciado,
después me pidió casarnos: "Mi esteta abochornado. . ."
¿Seré yo un celebérrimo con anillos de oro?
¿Limpiaré el sedimento de su viejo inodoro?
Las ventanas del cuarto dan al jardín de perros. 880
Hay cortinas estrechas sobre un gran palimpsesto,
y un jarrón esmaltado y un canario incorrecto.
Enterré mis pezuñas en su cama de seda.
Poco después salió en camisa playera.
Esta playa de fuego con sus tristes trincheras 885
donde no hay solución, donde no hay pasatiempo.
Abogamos por años en las aguas siniestras,
pero fueron minutos y no pude preñarla
con mis falsas promesas de limpiezas eternas:
la miel sacrificada en el nido de perra. 890
Las ventanas son trampas de la vida secreta,
sin saberlo su pelo me pide que me meta,
y el calor de sus senos me promete la tierra.
Un soldado de América en el apartamento,
toma urnas y vasos, o lo que se le antoja, 895
y restriega la escoba contra el gris pavimento.
La bayeta, el retrete, la cruz de Pinaroma,
viejos floreros, mapos, retratos de bellezas,
dos pantuflas forradas, mi mano en su crudeza,
la masturbo y su mano me masturba sin prisa: 900
somos dos masturbadas masturbaturalezas:
"Vengo a limpiar la pieza de parte de un amigo. . .”
La intimidad fenece a manos de lo ambiguo.
Néstor Díaz de Villegas nació en Cumanayagua en 1956. Su libro de poemas más reciente es Cuna del pintor desconocido (Aduana Vieja, Valencia, 2011). Este fragmento es uno de los cantos de Che en Miami (Aduana Vieja, Valencia, 2012).
Otro fragmento del libro: XXXVII: Especial del día.