Raúl Castro bien pudiera comenzar sus discursos con aquella frase de Cicerón: O tempora, o mores!, (¡Oh tiempos, oh costumbres!), o emular con los ideas de Catón el Censor. En su último discurso ante el Parlamento, su defensa a favor de la moral y los "valores éticos" me hizo recordar una frase de Eduardo Galeano acerca de un dictador de Guatemala, de principios del siglo XX, del cual se dijo que había ejercido "el augusto sacerdocio de la Ley en el majestuoso templo de la Justicia sobre la roca inconmovible de la Verdad".
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