El caso del espía Edward Snowden ha venido a confirmar, por si acaso lo hubiésemos olvidado, dos verdades irrebatibles de nuestra época. La primera es que, valga el pleonasmo, los espías sirven para espiar. La segunda no es menos evidente, a saber: que los regímenes castro-bolivarianos y otras autocracias o dictaduras continúan dando muestras de cinismo y doble moral al erigirse en adalides de los derechos humanos, los mismos derechos humanos que en sus países no tienen el menor reparo en pisotear.
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